Próximo estreno de Tarantino

Tarantino completa con 'Death Proof' el puzle de 'Grindhouse'

Susana Caballero

Chicas, coches y mucha, mucha sangre. Esos eran los ingredientes principales de Planet Terror, la primera parte del proyecto firmado a medias entre Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, y también lo son de la otra mitad, Death Proof, aunque Tarantino ha suprimido de la ecuación los zombis para centrarse en las andanzas de un maníaco que asesina a chicas a bordo de un coche letal.

Como ya contamos con motivo del estreno de Planet Terror a principios de mes, las dos cintas forman parte de Grindhouse, una aventura con la que Rodríguez y Tarantino rinden tributo a un tipo de cine muy popular en los años 70 que se exhibía en pases dobles (o triples) en los modestos y ajados cines de barrio norteamericanos. Planet Terror y Death Proof integraban, junto a una serie de trailers ficticios de películas inexistentes firmados por amigos del dúo, una sola sesión que debía exhibirse de forma continua. Pero los flojos resultados en la taquilla norteamericana (y el hecho de que muchos espectadores abandonaban la sala tras la parte dirigida por Rodríguez, no se sabe si porque no les había gustado y no querían ver más o si porque, simplemente, ignoraban que el espectáculo no había terminado) llevaron a los hermanos Weinstein, productores de Grindhouse, a estrenar por separado los dos segmentos en el mercado internacional.

Como en Planet Terror, aquí el envoltorio es una parte más del regalo. A pesar de su considerable presupuesto, los dos relatos pretenden emular la estética de la serie B, desde el desenfrenado gusto por la sangre hasta la maltrecha apariencia del celuloide en que está filmada, que recuerda al desgaste que sufrían los rollos de película, proyectados una y mil veces, en la época a la que homenajean los realizadores.

Como suele ocurrir en las películas de Tarantino, la trama es casi lo de menos, porque lo verdaderamente jugoso son los interludios, los descansos en una historia que en Death Proof arranca con un grupo de chicas (interpretadas por Sydney Tamiia Poitier, Jordan Ladd y Vanessa Ferlito) que salen de juerga dispuestas a romper la apacible noche de Austin, Texas. Pero mientras bailan, beben y coquetean en el bar más conocido de la ciudad, un tipo las observa en silencio.

Ese enigmático individuo es Stuntman Mike, un seductor profesional que embauca a chicas atractivas e incautas en los bares de todo el país para después acabar con ellas con la ayuda de su mejor arma, un coche del que dice que es “a prueba de muerte”, como reza el título del filme, que surgió, como tantas otras cosas en la carrera de Tarantino, inspirado por un amigo suyo que le reprochó haberse gastado una fortuna en un coche. El director replicó que quería un vehículo seguro para no morir en un accidente, y entonces su amigo le dijo que podía coger cualquier coche y dárselo a un especialista para que le hiciera una “prueba de muerte”.

Pero como Death Proof no es una película de serie B al uso, aquí no hay sólo mujeres cándidas fáciles de matar, sino también un grupo de chicas duras dispuestas a darle su merecido a Stuntman Mike y a su coche y que está formado por Zoë Bell (doble de Uma Thurman para las secuencias de acción de Kill Bill), Rosario Dawson, Tracie Thoms y Mary Elizabeth Winstead, que interpretan a cuatro mujeres que forman parte del equipo de producción de una película que se rueda cerca del lugar donde el siniestro protagonista lleva a cabo su juego de seducción y muerte.

Y entonces lo que comienza siendo una película de sangre y violencia como tantas otras da un giro para convertirse en una trepidante persecución de coches por peligrosas carreteras rurales que las chicas recorren para dar caza al psicópata.

Por si tuviera poco trabajo como guionista, director, productor y montador (aparte de un pequeño papel como barman), Tarantino se ha encargado también en Death Proof de la dirección de fotografía, para plasmar en la pantalla exactamente el look que quería imprimir a una cinta que, aunque es una obra menor, casi un divertimento, no renuncia a esos detalles marca de la casa que se han convertido en el sello de su corta pero intensa filmografía.

Entre esos detalles están los diálogos triviales y trepidantes plagados de referencias a la cultura popular, el uso de temas musicales escogidos específicamente por el director (de hecho, la máquina de discos del bar en el que arranca el filme pertenece al propio Tarantino), la presencia de actores habituales (como Michael Parks, que aparecía en Abierto hasta el amanecer y Kill Bill y también en las dos partes de Grindhouse), su pasión por los coches y su obsesión fetichista por los pies (recuérdese su secuencia con Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer o el divertido diálogo en Pulp Fiction entre John Travolta y Samuel L. Jackson).

http://www.diariodesevilla.com/155236_ESN_HTML.htm

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