Entrevista a Guillermo Arriaga

El guionista y escritor mexicano Guillermo Arriaga habla del filme "El búfalo de la noche"

Él redobló su apuesta y estrenó en México esta adaptación cinematográfica de su novela, que también es la ópera prima del director venezolano Jorge Hernández.

Arriaga (guionista de 'Babel', 'Amores perros' y 'Los entierros de Melquíades Estrada', mejor guión del Festival de Cannes 2005) lo hizo como quien se niega a descender de ese sube y baja emocional en el que embarca a público y lectores para conducirlos por las paradojas de la condición humana.

Esta vez no hilvana un rompecabezas temporal de historias fragmentadas. Urde un triángulo pasional, signado por la demencia y el suicido, para explorar la geografía emocional de los jóvenes y el costo de sus incapacidades a la hora de comunicarse.

"Es una reflexión sobre la alienación juvenil típica de estos tiempos", explicó Arriaga, que visitó recientemente Argentina para presentar sus novelas y cuentos Escuadrón Guillotina (1991), Un dulce olor a muerte (1994), Retorno 201 y su último trabajo El búfalo de la noche.

¿No es paradójica su autodefinición de hombre optimista con el drama y la angustia que destilan sus guiones y libros?

No. El trabajo creativo pocas veces es consciente y las constantes de mi obra -las contradicciones y consecuencias de los actos humanos- son temas que aparecen solos. Uno no escoge sus obsesiones, sino al revés.

¿Hay un compromiso ético que intenta mostrar la vida tal cual la ve?

Entiendo el mundo narrándolo y todo lo humano me desvela. Es mi cantera narrativa. Mi literatura refleja el tipo de persona que soy. Pero mi compromiso siempre es con la historia. No creo ser un escritor moralista, pero sí uno preocupado por la moral. Babel, por ejemplo, creó mucha identificación en culturas diversas. Porque entre los muchos defectos de la globalización, hay que subrayar una virtud: nos ha mostrado que los seres humanos tenemos mucho más en común de lo que suponemos.

¿Por qué elige atmósferas opresivas y sucesos tan radicales?

Todo lo que escribo se vincula con lo que he vivido u observado de cerca. Y aunque parezco sosegado, es como dice El búfalo de la noche, "el infierno va por dentro". Las situaciones límite de mis personajes resumen la incesante búsqueda del hombre por darle sentido a su existencia. Muestran el claroscuro de la condición humana: ráfagas de felicidad y de infierno. Y cómo se sobrelleva ese vaivén. Pero, en el fondo, son historias optimistas.

¿De qué manera lo son?

Al dejar trascender que es aquí, con la realidad que te toca, pero sobre todo a través del otro, donde encuentras el sentido de tu existencia. Los seres humanos no podemos ser sin el otro. El amor se convierte en el vínculo que nos permite construir un tejido social sano. Esa noción hoy es tan subversiva, que el sexo está permitido, pero no el amor.

¿No teme que lo tilden de idealista?

No, me molestaría que se entienda al amor como algo cursi o fácil. Las matanzas de Columbine o de Virginia suceden porque el sistema trata a las personas como objetos que pierden su valor como seres humanos. Sucede lo contrario cuando una sociedad construye sus lazos amorosamente. Y a mí me interesa ver cómo lo que hago impacta en los demás.

¿Es un afán de originalidad el que le dicta las complejas estructuras narrativas y temporales de sus filmes?

Provengo de la literatura y no renuncio a hacer literatura aun cuando hago cine. Mis estructuras parten de la narración cotidiana. Jamás cuentas algo personal de manera lineal, sino en forma caleidoscópica. El cine es joven y todavía buscamos la mejor forma para contar las historias. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo en quién es el autor de un filme. ¿Por qué el cine es un género menor que el teatro, desde el punto de vista del autor?

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